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El origen etimológico de la palabra foria es ‘foro’ o ‘lugar de encuentro’. Las personas van al foro cuando quieren y se van cuando quieren. Si el cerebro no puede o no quiere mantener el ojo no director en el foro lo expulsa, la reunión se acaba y el ojo no vuelve hasta que no tenga el permiso de la gran cabeza para regresar.
De la salida involuntaria del foro, más o menos digna, del ojo no querido nace la palabra tropia, cuyo origen etimológico proviene de ‘tendencia’, ‘rumbo’ o ‘desplazamiento’, en este caso descontrolado.
De hecho, algunos ojos no han llegado nunca a estar en el foro, nunca han tenido relación con su pareja y desconocen lo que es trabajar juntos porque siempre han ido por libre, sea en igualdad de condiciones con su compañero, como es el caso del patrón monocular alterno, sea olvidados en las tinieblas de la visión borrosa, como es el caso de la ambliopía estrábica. Para ellos, la foria es un ente desconocido, ya que viven vagando por libre en el extráforo, olvidados por el ojo director, en estado de tropia pura y dura. Por suerte, son casos extremos.
El paso de foria a tropia no es una línea, sino una zona de coincidencia, de transición entre estados de control y descontrol binocular. Una foria alta podrá considerarse como una tropia baja por su tendencia mayor a irse, mientras que una tropia baja podrá entenderse como una foria alta porque, aunque el ojo se mueva (tropias) para irse del foro, puede volver, aunque sea con el viento a favor.
El origen etimológico de la palabra foria es ‘foro’ o ‘lugar de encuentro’
La capacidad del sistema visual para hacer volver el ojo al foro, compensando la desviación, es lo que conocemos como reservas de fusión y depende de diferentes factores. Las reservas fusionales pueden cambiar con el paso de los años, cansancio, estado de salud, cambios refractivos, enfermedades y cirugías oculares, traumatismos o periodos de exigencias visuales altas y continuadas.
No todo es posible
La característica de las disfunciones visuales no estrábicas es justamente esta capacidad de control mediante las reservas fusionales y en las condiciones adecuadas. Por eso decimos que una foria se puede descompensar y romper en tropia, sin perder su etiqueta de disfunción binocular no estrábica si este paso es puntual y fácilmente reversible. Como podemos suponer, siempre partimos de la presencia de la ‘placa base’ de la visión binocular; si no es así, la compensación es imposible.
La cuestión es saber si es posible recuperar la estabilidad binocular y eso nos lleva a plantearnos hasta qué punto podemos revertir la tropia (o foria descompensada) en foria compensada mediante las estrategias de manejo. Cabe preguntar a la persona examinada cuántas veces tiene visión doble desde una imagen única. También es una primera pista crucial si, de repente, cuando desaparece la diplopía, las dos imágenes se juntan en una sola, en lugar de desaparecer la ‘que se va’.
Aunque no siempre se perciba la visión doble proveniente de una imagen única, solo que se perciba en algunos de los episodios de diplopía, basta para tener esperanzas. Si hay unas mínimas reservas fusionales, porque la persona dispone de la ‘placa base’ que permite la estereopsia, la posibilidad de éxito con las ayudas prismáticas es muy elevada.
Podemos encontrarnos con quien explica que hace años que no tiene visión doble, pero recuerda haberla sufrido en la infancia, y es probable que no recuerde cómo se producía. Ante la valoración binocular sin disociar, es decir, cuando medimos la disparidad de fijación mediante filtros rojo/verde o polarizados, sin recurrir a su rotura mediante prismas, se podrá producir una supresión monocular que será total con los prismas rotatorios cuando intentemos forzar la binocularidad, pero sin conseguir pasar de la biocularidad. Es decir, una visión monocular simultánea, pero sin fusión.
Esta evaluación ‘biocular’ forzada acaba mostrando que la supresión se puede producir de manera intermitente o poco antes de la alineación de las imágenes disociadas, lo que coincide con la respuesta a la anamnesis, en la que se manifiesta diplopía de repente y no desde una imagen única, o en la que desaparecen sin llegar a fusionarse las imágenes monoculares. En este caso, la placa base binocular no existe: la visión binocular es irrecuperable.
En estas circunstancias, el estímulo biocular (no binocular) ‘artificial’ provocaría una diplopía aún más recurrente. La ausencia de la capacidad de fusión daría lugar a que el sistema se encontrara más a menudo con unas imágenes monoculares, acercadas por los prismas a la posición de heterodesviación, siguiendo sin saber qué hacer con ellas: la ausencia del hardware binocular impediría la deseada fusión.
Necesarias pero no suficients
Volviendo al foro con nuestras estimadas reservas de fusión, hay que matizar que son necesarias, pero no siempre suficientes para compensar una heteroforia, incluso con independencia de su magnitud y variabilidad. Como toda empresa, el cerebro pide resultados y el ojo director se pondrá de acuerdo con su socio, si aporta algo a la sociedad y el esfuerzo por conseguir ponerse de acuerdo con él compensa con un beneficio.
Las reservas fusionales pueden cambiar con el paso de los años, cansancio, estado de salud, cambios refractivos, enfermedades y cirugías oculares, traumatismos o periodos de exigencias visuales altas y continuadas.
Los otros requisitos, por tanto, para una visión binocular estable son disponer de una agudeza visual monocular mínima competente en ambos ojos y el tamaño similar de las imágenes retinianas respectivas, es decir, la mínima anisoiconia.
A menudo, las heteroforias compensadas se pueden descompensar, a pesar de disponer de buenas reservas fusionales, por una pérdida visual monocular debida a una patología macular o a una pérdida de transparencia de medios, por ejemplo. También puede ocurrir por un cambio refractivo monocular significativo, secundario a unas cataratas, por ejemplo, que al neutralizarse con las lentes en gafas provocan una anisoiconia que determina la ruptura del delicado equilibrio binocular.
En situaciones más excepcionales, la micropsia significativa provocada por una translocación macular creará una anisoiconia lo suficientemente acentuada para desencadenar el paso de furia a tropia. En estos casos de más difícil manejo, contemplar un sistema telescópico del tipo Galileo, con una lente de contacto negativa que convierta el ojo ópticamente en hipermétrope para poder incorporar en las gafas una lente convergente que magnifique la imagen, puede favorecer la fusión, con permiso de los efectos prismáticos verticales diferentes, al mirar por debajo de los centros ópticos de las gafas, un aspecto también a controlar a la hora de escoger potencias.
Las consecuencias de todas estas penalizaciones serán más críticas si afectan al ojo director, ya que rompen un esquema binocular muy asentado en una supresión del ojo no director más o menos eventual, característica de las heteroforias que se mueven en el área fronteriza entre tropía y foria.
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